Acerca del trabajo interdisciplinario en la Fundación
Fabián Ponce Ordóñez
- Primera Parte -
Felipe Bastidas López
Coordinador Área de Psicología
fbastidas@pbplaw.com
En la Fundación Fabián Ponce Ordóñez trabajamos
interdisciplinariamente abogados, psicólogos, trabajadores sociales y médicos
desde el año 1994. En dos entregas reflexionaré acerca del trabajo que
realizamos. En la primera de ellas, haremos un pequeño trabajo revisionista al
encontrar las condiciones históricas necesarias para que en nuestra época el
trabajo interdisciplinario sea posible. En la segunda, daremos cuenta de cómo
entendemos lo interdisciplinario y los modos en que trabajamos para sostener
una actividad bajo este modelo.
La primera parte a continuación:
La relación entre derecho y psicología es una relación
joven, tiene algo más de 100 años de edad; pero la relación entre el derecho y
el malestar que surge desde lo psíquico tiene una larga tradición. A finales
del siglo XV llegan los españoles a nuestras tierras y, con ellos, un sistema
jurídico sostenido por la corona, sistema que se ve acompañado por la religión
desde la institución eclesiástica. El rey y el Papa eran los representantes de
las leyes jurídicas y del alma que organizaban las relaciones sociales en
nuestras tierras. El delito y el pecado eran los lugares prohibidos que, al
momento de optar por ellos, posibilitarían el surgimiento del malestar ya que
conllevarían consecuencias jurídicas o religiosas. Habría que viajar a Sevilla
y acudir al Archivo General de Indias para encontrar la memoria notarial
colonial, o acudir a las crónicas de Bartolomé de las Casas o el padre
Sepúlveda y encontrar la versión de los hechos desde los religiosos, o tal vez
leer la producción literaria del Siglo de Oro español que, desde la narrativa o
la poesía, no deja de insistir en la relación entre el sistema jurídico y el
sufrimiento del sujeto. Larga es la historia que se ha relatado desde 1492 e
interesantes son los períodos que los historiadores se han encargado de
establecer (conquista, colonización, independencia, fundación de Estados
Naciones) a partir de los cortes ideológicos que desde Europa surgían y se
efectuaban más tarde en nuestra “América Mestiza”, como luego la llamaría José
Martí.
En Europa, en el siglo XVII, surge el racionalismo con
Descartes y su Discurso del Método que nos ofrece el tan conocido Cogito ergo sum (Pienso, luego existo).
Aparición que revoluciona al pensamiento eurocéntrico al fundar el inicio de lo
que hoy llamamos la modernidad. Este empuje que ofrece Descartes, al renovar la
pregunta por la razón y la conciencia, posibilita que, desde finales de dicho
siglo hasta el inicio de la Revolución Francesa, surja la preocupación
intelectual por despejar la pregunta por la existencia del hombre desde la
claridad que ofrecía la razón, período que será conocido como Ilustración o el
Siglo de las Luces. Se establece la facultad que Dios dio al hombre para
razonar por sí mismo y entender que también en sus manos estaba la posibilidad
de construir una razón que explique su existencia y su quehacer en el mundo.
Se da un movimiento histórico. Ya no sólo existía la
preocupación por el alma sino que se sumaba la preocupación por la conciencia, esto
debido a que ya no sólo éramos hijos de Dios sino “ciudadanos” que reconocen su
lugar dentro de un Estado. Así se establece las ciencias tal y como las
conocemos en la modernidad (ciencias exactas, naturales, humanas), métodos que
dan cuenta, mediante la razón, de la relación que existe entre humanos y la
relación de estos con el mundo. Una de las vertientes que se abre se da con la
aparición de la Filosofía del Derecho desde las reflexiones sobre el fenómeno
jurídico, que el racionalismo obligaba a hacer, en su distanciamiento con el
tradicional Derecho Natural. Además, surge la clasificación de las afectaciones
mentales, como campo de la medicina y ya no de la religión, en donde en ésta
existía la creencia del demonio ocupando el cuerpo del afectado, idea plasmada
en La nave de los locos, clásico
cuadro de El Bosco o descrita minuciosamente en el Malleus Maleficarum (Martillo de las brujas) en el tiempo de la
Inquisición. Empieza entonces en esta época la construcción fructífera
existente hasta hoy entre medicina y derecho desde la psiquiatría, esto gracias
a la actividad del pensamiento del francés Philippe Pinel. Todos estos
movimientos en el pensamiento europeo, llegarán más tarde a América. Los
pensadores latinoamericanos del siglo XIX se nutren de ello para labrar poco a
poco las independencias de las colonias y el establecimiento de los Estados.
Durante el siglo XIX en nuestro país, la preocupación
por el enfermo mental no existía tal como sucedía en la Europa finisecular. Es
a inicio del siglo XX que surge la noción de salubridad en la idea de
ciudadanía con las regulaciones del espacio físico y su ordenamiento en la
ciudad. La psiquiatría entraba en escena, la psicología aún no. La práctica del
derecho junto con los médicos Carlos Arteta, M. Jijón Bello, entre otros,
fueron quienes a inicios de dicho siglo empezaron a tomar en cuenta los
antecedentes históricos, los movimientos discursivo sucedidos en Europa,
plasmando en sus quehaceres la pregunta por la anormalidad, por la alienación y
sus causas a partir del encierro de los enfermos mentales considerados como
males de la sociedad. A la par, un hilo fundamental para el inicio de la
preocupación por el modo en que lo psíquico dibujaba y desdibujaba lo social
fue la narrativa que, en cuento y novela, algunos abogados de nuestro país se
encargaron de crear.
Los lojanos Pablo Palacio y Benjamín Carrión, los
guayaquileños José De la Cuadra y Humberto Salvador, para nombrar algunos de
ellos, fueron quienes no sólo sostenían la práctica del derecho sino que
también mantenían la pregunta por el sujeto en sus relaciones humanas. La
literatura, desde ellos, sirvió de colchón para una población ecuatoriana que
poco a poco se veía dentro de un contexto social en donde la religión iba
perdiendo terreno ya que las obligaciones que ella dictaba ya no eran las
únicas por el empuje a un Estado laico. Es así que la literatura era otro modo
de modelar al sujeto en lo social en la primera mitad del siglo XX. Resulta
interesante la práctica de aquellos abogados ya que no sólo oficiaban el
ejercicio de la abogacía sino que también lo sostenían con el estudio de
filosofía, sociología, biología, medicina, arte; abriendo, además, las puertas
para la psicología que nacería en la segunda mitad del siglo XX en nuestro país
(Sobre todo habría que revisar la tesis doctoral de Humberto Salvador de 1931
en la U. Central). La relación entre psicología y derecho, por fuera del
manicomio, se va fundando en nuestro país por las creaciones literarias de los
abogados. Hasta los primeros años 50 del siglo XX era posible este quehacer, ya
que el contexto cultural lo permitía. Era una época en donde las reflexiones
sobre el malestar psíquico del sujeto, al menos en el Ecuador, no era
exclusividad de la psicología, porque aún no se instauraba como práctica
necesaria, como sí se estaba desarrollando en Europa y, con la Segunda Guerra
Mundial, en EEUU. Desde la segunda mitad del siglo XX aparece la psicología
como práctica, definiendo de a poco que la pregunta por el malestar psíquico
tiene que ser contestada en su terreno.
En la modernidad ha existido un empuje a la
especialización de la práctica de los campos de saber, efectuando un
pasaje de un sujeto unívoco a uno fragmentado por los distintos abordajes
de cada práctica, en donde cada sujeto (o sus fragmentos) responde a la
práctica que lo define. Así se empezó a hablar del sujeto que trataba el
derecho y el sujeto del cual se encargaba la psicología, ya por separado. Con
la llamada posmodernidad surgen las propuestas integrativas, en donde se
apunta a reunir a cada fragmento para una nueva ensambladura del sujeto a
partir del empuje a reunir dichas especializaciones bajo un modo de trabajo en
conjunto, engarzándose esto en las políticas institucionales. Es así que en
nuestra época, la práctica del derecho o de la psicología, cuando se inscribe
dentro de una institución (privada o estatal), suelen verse acompañadas de
otras prácticas discursivas que intervienen desde un lugar que ofrece
otra lectura sobre el modo en que puede ser inscrito el sujeto dentro de la
cultura, ensayando la reunión de lecturas: médicas, sociológicas, antropológicas, sociales
(trabajo social), educativas, administrativas, bajo un objetivo en
común que, por un lado, redefinen los bordes del territorio de la práctica
del derecho o de la psicología y, por otro, exigen abrirlas y renovarlas
hacia el diálogo con otras prácticas específicas. A este acompañamiento, a
esta reunión de prácticas distintas, se las llama trabajo interdisciplinario.
Llegamos así a los inicios del trabajo
interdisciplinario, bajo una brevísima revisión histórica y epistemológica en
donde podemos rescatar algunas condiciones para la aparición de nuestro
trabajo: la ruptura de pensamiento que marca Descartes y su filosofía; el
surgimiento de las ciencias con la modernidad; la aparición de la Filosofía del
Derecho y la Psiquiatría; la llegada de estos discursos a nuestras tierras; el
surgimiento del Estado y el quehacer del abogado desde la literatura; la
aparición de la psicología como práctica distinta de la del derecho; la reunión
de dichas prácticas específicas y distintas con la posmodernidad.
La Fundación Fabián Ponce Ordóñez, siendo desde sus
inicios contemporánea a la posmodernidad, toma la opción que su época le
permite: trabajar interdisciplinariamente desde el año 1994, al formar un
equipo entre abogados, psicólogos, trabajadores sociales y médicos, en la
reunión de prácticas específicas para la resolución del problema de un
particular ante la ley. Trabajo interdisciplinario del cual hablaremos en la
segunda parte de este texto.
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